viernes, 28 de agosto de 2009

“Jamás se es carcelero”

Por Mercedes Euliarte

Esta actividad no surge como vocación lejana e interior de los primeros pasos de la vida. Ya que la vocación de carcelero difícilmente se adquiera en los juegos de infancia, donde se es policía o ladrón y se intercambian ritos que son conocidos. Por lo tanto día a día, la identidad estalla en su crisis y su quebranto va constituyéndose en un centro de preocupación e inquietud, extendiéndose con el correr de los días en un compromiso de escudriñamiento aun hoy existente sin resolución.
El estar conviviendo durante muchos años con personas encarceladas, entrando cada día en el mundo carcelario para efectuar la labor como trabajador penitenciario, es desde aquel lugar y durante ese tiempo donde, percibía, reflexionaba, escuchaba, con la libertad de pensamiento de quien está motivado por la fe y con la intima reflexión cristiana hecha frase « estuve en la cárcel y me visitaste». Aunando a esto el respeto por el observancia de los derechos humanos." En el que La ejecución de las penas estará exenta de torturas o maltratos, así como de actos o procedimientos vejatorios o humillantes para la persona del condenado"
Esto le inspiraba, y permitía asumir como propia e imperiosa la "búsqueda de una identidad verdadera" , al comenzar con ese trabajo no era de imaginarse, que este marcaría su ser para toda la vida, pues llegó a él por necesidad -
Cuando la gente piensa en el concepto "prisión", tiende a considerar su aspecto físico: muros, vallas, edificios con puertas cerradas y ventanas con barrotes.
En realidad, el elemento primordial de la gestión carcelaria es la misión con seres humanos, tanto empleados como presos. Esto implica que hay cuestiones que trascienden la eficacia y la eficiencia. Al adoptar decisiones acerca del tratamiento de seres humanos, la primera pregunta que brota es: ¿Es correcto lo que estamos haciendo?'.
Los dos grupos de personas más importantes de una prisión son los presos y los empleados que los custodian. Y la clave para una prisión bien administrada es la naturaleza de las relaciones entre ambos grupos. Por lo general, las prisiones no pueden elegir a sus reclusos. Tienen que aceptar a quienes los tribunales o las autoridades judiciales les envíen. No obstante, sí pueden elegir a su personal por ello, se lleva a pensar que es esencial que estos servidores sean cuidadosamente elegidos, y adecuadamente capacitados, supervisados y apoyados para aspirar a encontrarse con hombres y mujeres con una clara visión, y con una no menos clara determinación, de mantener las normas más altas en la difícil tarea
Los primeros destinatarios de la acción de un servidor Carcelario son los recluidos. Llegando a comprender que no son meramente guardianes, cuya única tarea es privar a otros seres humanos de su libertad. No son, por cierto, vigilantes cuya tarea consista en infligir un castigo mayor que el ya impuesto por las autoridades judiciales. Que existe la necesidad de combinar su papel de custodios con una función educativa y reformadora. Demandando esto un gran talento personal, unido de una gran fortaleza espiritual aunadas a las aptitudes profesionales. Que No son de policías. Ni militarizadas.
Si se preguntan el porque? -En lo que respecta a la separación de funciones, es importante saber que existe una clara separación organizativa entre la policía y el servidor penitenciario. Normalmente, la policía es responsable de poner en claro los delitos y de arrestar a los delincuentes. Una vez que una persona ha sido detenida o arrestada, deberá ser presentada a la mayor brevedad posible ante la autoridad judicial y, si ésta así lo decide, quedar en prisión preventiva bajo la custodia del servicio penitenciario.
Y así ante estas situaciones Se sigue insistiendo en la búsqueda que lleve a la claridad de una identidad no lograda.
Existe una clara distinción entre el papel del policía y del carcelero...".Es frecuente que, el servidor penitenciario trabaje en un entorno cerrado y aislado que, con el correr del tiempo, consigue estrechar sus miras y hacerlos inflexibles. Una de las formas de instruirlos y dirigirlos compensaría estar orientada a evitar este aislamiento. De esta manera el personal no perdería su sensibilidad ante los cambios en la sociedad de la que proceden sus reclusos, y a la que en algún momento volverán. 
Sería comprensible que adoptando y realzando aptitudes que en el sentir cristiano los lleve a considerar íntimamente que en su haber sienta como que «Nuestra labor es absolutamente evangélica. Dando un sentido de fe profundo». Con el fundamento claro de identificación, al de acompañar a los que siguen tras las rejas.
Dentro de una cárcel todos los integrantes trabajan desde su identidad, su formación, su carisma, todo lo que son... y seria lógico que esto los lleve al reflexionar..." Si somos cristianos y trabajamos con dedicación y abnegación estamos sirviendo a nuestro prójimo".
Existe la evidencia que El individuo, el grupo, las sociedades tradicionales aspiran a coincidir nuevamente con su propio ser. Y esto los lleva a pensar que el trabajo es el medio indispensable para concretar las necesidades espirituales y materiales del individuo y la comunidad, que es la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad en general, pensando desde de ahí que el derecho de trabajar debería ser protegido por la sociedad, considerándolo con la dignidad que merece y proveyendo ocupación a quién la necesite. Con el tiempo se llega a pensar que se le otorga un valor de extrema importancia al hecho de implicarse e inclinarse por la función Penitenciaria, a la que se aspira considerar, que sea definido previamente y definitivamente como "servicio social", partiendo de la premisa de beneficiar a la readaptación y reinserción social del delincuente. Aunque a estas alturas tal premisa ha perdido valor en el campo criminológico, penitenciario, social: por su costo por un lado, y por las realidades sociales, por otro. 
Sin embargo, las cárceles, por desgracia, son de todos; es la sociedad en pleno la responsable de que existan, y de que existan así. Si se piensa que La cárcel, más que rehabilitar a quien ha delinquido, suele destruir profundamente sus valores de persona humana, aplastando todavía más su dignidad personal.
Esto lleva a incitar que se comprende la vida de los "servidores Carcelarios", revalorizando la tarea del guardia, donde él también tienda a sentirse jerarquizado desde su rol.
Jesús fundó el Reino de Dios siendo testigo y profeta del amor de Dios a los excluidos de la sociedad y estando con ellos. «Los letrados y fariseos, al ver que comía con descreídos y recaudadores, decían a sus discípulos: « ¿Por qué come con recaudadores y descreídos?» Jesús lo oyó y les dijo: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a invitar a los justos, sino a los pecadores»,Mc. 2,16-17.
Esta es una búsqueda de identidad, acrecentando lo espiritual, para que ellos se vayan formando siempre con excelencia y más vivamente y manteniéndose en la fortaleza de una vida cristiana activa que les permita a los trabajadores Carcelarios una vida más humana en esos recintos y luego en el seno de sus familias. Esa vida familiar sana es el mejor respaldo moral para todos los días que después deben pasar en los recintos penales. Practicando, con ejemplos, el mandamiento del amor al prójimo, es un compromiso.
Es mucho lo que hay que ayudar, y se puede hacer, en la meritoria búsqueda de la identidad de un carcelero. Que, desde su función, están realizando esa tarea de Cristo, de visitar al privado de libertad. Que su oficio, tenga todo ese carisma humano y cristiano de estar junto a ellos y no contra ellos, alcanzando siempre una buena colaboración de solidaria convivencia en toda la población de cada ámbito en que les corresponda trabajar.
Es por ello que en la búsqueda de identidad se demanda: "Trabajar como una familia por un universo basado en el amor. Proclamando la fe cristiana por el mundo de la prisión mediante la promoción de la dignidad de cada individuo como algo único, creado a imagen y semejanza de Dios. Despertando la conciencia individual y social ante la libertad a la que todo ser humano tiene derecho como persona y como hijo de Dios." No es fácil aceptar la presencia de Dios en el mundo de las prisiones. Parece que no pueda convivir con tanta pobreza humana, sometida a tanta esclavitud y desorden. Todo lo que la cárcel contiene de dolor resulta fácil interpretarlo como un clamor más o menos consciente para atraer la misericordia de Dios.
El que mantenga su salud espiritual y reaccione ante la pobreza del ser humano, entenderá el misterio de querer insertar en esta búsqueda de identidad esta presencia salvadora de Dios en las cárceles.


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