viernes, 20 de agosto de 2010

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martes, 13 de julio de 2010

El Delito y la Justicia...

 Noticias
LUNES, 12 DE JULIO DE 2010 20:5

El delito y la justicia

 

(EDUARDO DAVID ARDON)


En todo momento y a cada instante se cometen delitos en Honduras. Podríamos decir, que el mismo es consustancial con nuestra sociedad. Y esto es así, porque biológicamente, los originarios del país adolecen de muchos defectos y taras propias de nuestra idiosincrasia. La eterna pobreza en la que hemos vivido, es la causa de la mala nutrición, enfermedades y poco desarrollo intelectual del común denominador de la persona hondureña, aunque desde luego existen sus excepciones. Concretamente, las condiciones económicas y la situación social, además de los desequilibrios mentales que causan estas, constituyen causas importantes para la comisión del delito.


Desde luego, en Estados Unidos y otros países desarrollados se cometen delitos, pero, ahí las causas son de otro tipo.


 A estas causas, agreguemos el surgimiento de las maras y el crimen organizado que proporcionan nuevos elementos y decisivas causas para cometer delitos.


Tenemos entonces, una gama variada de motivaciones para que el delito se popularice y se convierta en un flagelo difícil de combatir y con el que tenemos que lidiar los hondureños diariamente, pero que por desgracia, la justicia y los órganos coercitivos del estado, en esta lucha, están perdiendo la batalla.
Existe infinidad de tipos y formas de los delitos, pero en Honduras, nos familiarizamos con el robo, asesinatos espeluznantes, estupro, violaciones, secuestros, narcotráfico, robo de vehículos, estafas, delitos financieros, pedofilia, proxenetismo, timo, asociación ilícita y tráfico de niños, falsificación de documentos, para referirnos a los más comunes.


 Para cada uno de estos delitos, el Código Procesal Penal, tiene tipificado el castigo según la gravedad de la falta. Y a propósito del Código Penal, hay que decir que no es una ley que se adapte a nuestra situación, pues es una copia mecánica de los códigos de otros países más desarrollados que el nuestro. Somos un país muy atrasado y todo lo copiamos mecánicamente, desde las modas hasta la manera de vivir, por eso, los que dicen que no debemos chepiar otras experiencias, están equivocados, porque nosotros no inventamos ni hemos creado nada, todo nos viene del exterior.


El control del delito y la justicia penal tiene muchas deficiencias en nuestro medio. Infinidad de delitos no se resuelven, porque no existe la capacidad logística y porque intervienen los intereses políticos y económicos que favorecen a los imputados e implicados por sus relaciones en la comisión del delito con el poder fáctico del país.


Por otra parte, las prisiones, cárceles o penitenciarias para castigar el delito, son arcaicas y no reúnen las condiciones para el tratamiento del preso, desde el punto de vista de su rehabilitación.


En las prisiones, en lugar de enmendar su conducta, los prisioneros profundizan más en la comisión de más delitos, pues no hay condiciones estructurales para mantenerlos ocupados o trabajando en un taller, que son necesarios en el sistema carcelario de un país.


Además de este problema de las prisiones, en donde existe pésima vigilancia y el dinero del crimen organizado, paga a las autoridades penitenciarias para que se hagan de la vista gorda y permitan las facilidades para la fuga de los privados de libertad, es necesario analizar los aspectos negativos de la escena del crimen en el que los mismos policías con su incapacidad y falta de previsión contaminan el entorno donde se comete el delito y se pierden muchas pesquisas que podrían servir para el esclarecimiento del caso, pues en este tema, los detalles son muy importantes.


Por lo tanto, en lo que al control del delito se refiere, en nuestro país existe una completa ignorancia y desorden en la investigación de cada caso delictivo.


 Desde luego, ya empezaron las instituciones policiacas a capacitar a muchos oficiales en los aspectos de criminología y penología, con lo que en el futuro pueden corregirse muchas fallas y poner orden en la anarquía existente.


Para los entendidos en la materia es necesario estudiar "La historia del delito" del autor Garland, en el cual se plantean argumentos interesantes con respecto a este sugestivo tema. En si en el libro, más que una visión histórica del control del delito, y la justicia penal, se replantea el control del delito en países como EE.UU. y Gran Bretaña.


Naturalmente que en los últimos 30 años se han suscitado muchos cambios en la comisión y control del delito. De ahí que existen discrepancias en cuanto a los castigos y la dureza contra los que cometen delitos y a las formas de corregir al prisionero dentro de las cárceles, es decir, su rehabilitación.


Desde hace algunos años se planteó la tesis de que al prisionero es necesario rehabilitarlo y volverlo útil a la sociedad, al salir en libertad, pero actualmente, dado el volumen de la violencia y la mejor organización del crimen, el ideal de la rehabilitación ha ido en declive.


 Los programas de rehabilitación dirigidos hacia individuos de alto riesgo como los agresores sexuales de todo tipo, drogodependientes y ofensores violentos, no han presentado buenos resultados, y según la época, ya no se ajustan las tesis correccionalistas. Por eso decimos que se ha dado un debilitamiento repentino de la rehabilitación.


Paralelamente, hay un resurgimiento de las sanciones punitivas y lo que llaman "justicia expresiva".


Esto significa el funcionamiento de la justicia penal que coloca en primer plano la expresión de la ira y el resentimiento por el delito en público a través de la faz simbólica del castigo. Esto significa: condenar más y comprender menos y crear condiciones austeras en las prisiones. En otras palabras, el castigo expresivo que transmite el sentimiento del público, como ser las condenas graves para las ofensas serias, es decir, la pena de muerte, la cadena perpetua y el castigo corporal.


Esto significa el regreso de la víctima al centro de la escena. Las víctimas deben ser protegidas con toda la ley. Ser duro con los delincuentes es estar a favor de la víctima. La víctima no debe ser un ciudadano desafortunado, sino que la ley está en la obligación de poner preso al infractor y no el desentenderse del delito. Hablar en nombre de las víctimas es defender nuestros derechos.


En tal sentido, los operadores de justicia deben ser más responsables y cumplir al pie de la letra con sus obligaciones. Esta aseveración va dirigida al Ministro de Seguridad, a la Policía Preventiva y Represiva, al Ministerio Público, a los fiscales, jueces y juristas que en el país no cumplen y que han hecho de la justicia un verdadero galimatías.


e-mail: eduardodavidardon@hotmail.com